Los Caballucos del Diablo son seres mitológicos de Cantabria que aparecen en la noche de San Juan volando entre llamas, humo y emanaciones de azufre y atronando en el silencio de la noche con bramidos infernales producto de la furia liberada tras todo un año de continencia.
Cuenta la leyenda que son siete y parecen libélulas gigantes, pues tienen largas y transparentes alas, y vuelan por los cielos nocturnos cántabros. Sus colores son rojo, blanco, azul, negro, amarillo, verde y anaranjado. Vuelan siempre juntos y el primero de ellos es el caballo rojo, el más grande y robusto, el jefe que lidera y dirige a los demás en su búsqueda. Quienes han visto a los caballucos dicen que el mismísimo diablo monta uno, y que el resto son cabalgados por demonios.
La noche de San Juan es la propicia para las fechorías de los Caballucos del Diablo. En forma de caballos alados tienen el vicio de querer estropear la noche a los que se reúnen junto a la hoguera, escupiendo fuego y bramando por su boca… La Anjana nada puede contra ellos pero hay un remedio: encontrar el trébol de 4 hojas, la yerbuca de San Juan.
“A quín coja la yerbuca
la mañana de San Juan,
no li dañarán culebras
ni caballucos del mal.”
Según el mito, estos caballos del infierno fueron hombres pecadores que perdieron su alma y se vieron obligados a vagar por Cantabria el resto de la eternidad. El caballo rojo fue un hombre que prestaba dinero a los campesinos y luego mediante sucias tretas embargaba sus propiedades; el blanco era un molinero que robaba muchas maquilas del molino de su señor; el negro era un ermitaño que engañaba a las gentes; el amarillo un juez corrupto; el azul un tabernero; el verde un terrateniente que deshonró a muchas jóvenes y el naranja un hijo que por odio maltrataba a sus padres.
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