Se conoce como Guerras Cántabras (29 a. C.-19 a. C.) a los enfrentamientos entre el Imperio romano y los distintos pueblos astures y cántabros que habitaban el territorio conocido ya por los antiguos romanos como Cantabri,[1] al norte en la Península Ibérica.
Los enfrentamientos mantenidos por Roma contra los diversos pueblos del Norte hispano (cántabros y astures principalmente) representaban la culminación de la larga conquista de la Península Ibérica. La resonancia de estas guerras sobrepasó a la de gran parte de las emprendidas por el Estado Romano a lo largo de su historia. La razón de ello no hay que buscarla en el ámbito estrictamente militar, sino en el alcance político que se le concedió a la conquista del Norte peninsular, única operación dirigida personalmente por el emperador César Augusto. [2]
Así comienza Floro su relato para narrar los hechos acaecidos en una contienda que hizo que el propio emperador romano César Augusto, abriera las puertas del templo de Jano, en señal de combate total, y se desplazara en persona desde Roma hasta tierra de cántabros.
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